Ejecución
A la mañana
siguiente se dio aviso al condenado a muerte, de que era llegada
la hora de marchar al patíbulo. El exterior del edificio
lo resguardaban más de mil soldados que llenaban la plaza
de San Felipe o de los Ejercicios; Hidalgo en medio de sus verdugos
y acompañado de su confesor y otros sacerdotes, salió
hasta donde estaba destinado para su ejecución.
Allí cercano
a él se colocó un banquillo, el que Hidalgo beso
con resignación y humildad, tuvo un leve altercado porque
se quiso hacerle sentar de espaldas, el que término sentándose
de frente; entregó a un sacerdote el librillo junto con
el crucifijo; le ataron las piernas con unos portafusiles de cuero,
contra dos patas del asiento; le vendaron los ojos, se colocó
una mano en el pecho, y reanudó de memoria su oración.
Formando ante él de cuatro en fondo el pelotón,
disparo la primera fila, y de la descarga tres balas le dieron
en el vientre y otra en el brazo; la segunda fila de tiradores
que había disparado no acertó ninguna bala en el
pecho y fueron a dar todas en el vientre, la tercera fila tampoco
llegó a acertar en el pecho y dieron todas en el mismo
vientre. |