I. ANTECEDENTES TEÓRICOS.
La Ley Nº 19.968, que creó los Tribunales de Familia, reconoció a la mediación como una forma legítima de resolución de
conflictos para abordar las diversas materias de su competencia. Dentro de los objetivos para la incorporación de la
mediación en la jurisdicción de familia, estuvo la búsqueda de un trabajo colaborativo entre las participantes, que
hiciera posible el desarrollo de acuerdos creativos y con acento en el futuro, mejorando la comunicación y la relación
entre las partes involucradas en el conflicto y posibilitando economía de tiempo, dinero y energías. La incorporación de
la mediación buscó ofrecer un espacio consensuado a las partes donde la resolución de sus conflictos se hiciera de forma
más eficiente y respetando sus intereses.
La Ley de Tribunales de Familia, en su artículo Nº 106, se refiere a los principios que rigen la mediación, entre los
cuales están la igualdad entre las partes, el interés superior del niño, niña o adolescente, la confidencialidad de la
información y la voluntariedad para participar el proceso. En ese contexto, en julio de 2006 se presenta un proyecto de
reforma a la Ley de Tribunales de Familia en la que entre otros aspectos repone la figura de la mediación obligatoria
contenida en el proyecto de ley original. El texto aprobado establece la derivación obligatoria a mediación, previa a la
interposición de la demanda, en todos aquellos asuntos que versen sobre el derecho de alimentos, cuidado y crianza
personal y régimen comunicacional de los padres con sus hijos. En estos casos, la mediación es gratuita para todos los
usuarios y el Estado cubre los costos de los servicios a través de un sistema de mediadores licitados. En síntesis, el
establecimiento de mecanismos alternativos de resolución de conflictos en el sistema de justicia de familia respondió a
diversos objetivos de políticas públicas. Por una parte, mejorar el acceso al sistema judicial, ofrecer respuestas de
acuerdo más adecuadas a la especial naturaleza de los conflictos de familia y finalmente mejorar la gestión de los
tribunales contribuyendo a su descongestión.
El conflicto entre las parejas es un proceso inevitable que puede adquirir distintas manifestaciones, dentro de las que
se encuentra la violencia de pareja. Al respecto, López y Pueyo refieren que “la violencia contra la pareja es cualquier
intento, amenaza o violencia real perpetrada por un hombre o una mujer contra alguien con quien se tiene, o ha tenido,
una relación sentimental íntima”
1. En este sentido, la justicia de familia no puede estar ajena a esta problemática y
debe ofrecer respuestas satisfactorias dirigidas a preservar las relaciones entre los miembros de la familia; cuando se
produce disolución de la pareja, es en este contexto donde adquiere relevancia la mediación familiar.
II. PERSPECTIVAS TEÓRICAS SOBRE LA VIOLENCIA DE PAREJA.
De acuerdo a Paz Haz “la violencia conyugal hace referencia a toda situación de abuso que se produce entre los miembros
de la pareja, de manera cíclica y cada vez con mayor intensidad, es un patrón de interacción que lesiona la integridad
física, emocional y sexual de las personas que conforman la pareja”
2. Esta forma de violencia se puede clasificar en tres categorías:
a) Maltrato contra la mujer: se trata de una violencia basada en el género; se entiende como el maltrato (físico, sexual
o psicológico) intencional provocado a toda persona del sexo femenino por su esposo o por aquel hombre con quien ésta
mantiene una relación o vínculo íntimo.
b) Maltrato contra el hombre: hace referencia a los malos tratos, ya sean físicos, psicológicos o sexuales, que padece
el hombre en el ámbito de la relación íntima que mantiene con una mujer.
c) Violencia cruzada o recíproca: se refiere a aquella situación en que los miembros de la pareja se atacan física,
sexual o psicológicamente de manera recíproca.
Los desarrollos teóricos sobre violencia de pareja han ido desde el análisis de la violencia desde la perspectiva de
género hasta la exploración del fenómeno desde una mirada sistémica, centrándose en la existencia de pautas relacionales
entre los miembros de la pareja.
El autor Calquín plantea que “la violencia desde una perspectiva de género supone conceptualizar que las relaciones en
nuestra sociedad no sólo se basan en una distribución desigual del poder (relaciones definidas como asimétricas), sino
que son parte constitutiva de la construcción social, de la subjetividad femenina y masculina. Esta distinción permite
que los hombres aparezcan estadísticamente como principalmente agresores y las mujeres, como principalmente víctimas.
Desde la mirada de género, la violencia en la familia devela un fenómeno estructural inherente a la hegemonía
patriarcal, que debe analizarse en relación directa con las estructuras sociales y representaciones colectivas que
continuamente son producidas y reproducidas como normales”
3. Por su parte, Curi y Gianella plantean que “el género es el concepto que organiza
a hombres y mujeres y acerca del cual cada cultura sostiene una construcción determinada. La cultura indica qué es ser
hombre y mujer, qué actitudes, roles y expectativas en general son esperables en las personas, según su sexo biológico.
El sistema patriarcal de género, aún imperante, sostiene un ordenamiento de la distinción hombre-mujer; dicotomiza las
diferencias, las jerarquiza en una relación de dominación-subordinación y legitima esta jerarquización apoyándose en una
naturalización de las características de cada sexo”
4.
Desde una conceptualización integradora, otros autores han analizado la violencia de pareja desde la perspectiva de la
existencia de pautas relacionales que son generadas por ambos miembros de la pareja. Al respecto, Arredondo, Millán y
Lira refieren que “el estudio de la violencia se ha abordado desde una perspectiva individual, donde una parte
importante de la literatura se ha focalizado en establecer correlaciones entre las características de personalidad del
agresor y la perpetración de la violencia. Ante este tipo de estudios se hace necesario considerar variables o factores
de carácter relacional para profundizar el marco explicativo existente”
5.
En este sentido, Perrone y Nannini plantean un modelo teórico caracterizado por un enfoque interaccional, describiendo
los circuitos comunicacionales que sostienen la violencia. Esta perspectiva no busca los motivos de la existencia de la
violencia, sino que describe un juego relacional particular que la hace posible y que la sostiene en la historia de las
relaciones familiares. En el enfoque interaccional, el foco de observación está dirigido a los aspectos comunicacionales
del fenómeno de la violencia familiar, concibiéndolo como una secuencia de transacciones en la que todos los
participantes son actores responsables en la interacción. Estas transacciones, en la repetición, se establecen como una
pauta o regla de relación en el sistema
6.
Las relaciones que incluyen la violencia no escapan a esta forma de organización de acuerdo a reglas que se instauran en
la historia de las interacciones. Se señala que las relaciones familiares violentas muestran determinadas pautas
organizadas de interacción que pueden ser categorizadas en tres formas básicas y una variante de una de ellas:
a) Violencia agresión: es una forma de relación violenta que se construye sobre una pauta simétrica, es decir, una pauta
de relación en la que A y B se encuentran en una actitud de igualdad y de competencia. Se produce una agresión mutua y
bidireccional que se manifiesta a través del intercambio de golpes, insultos, gestos o actitudes violentas recíprocas.
La identidad y autoestima de cada actor está preservada, el otro es reconocido como otro y el enfrentamiento se define
desde el rechazo y no desde la desconfirmación. Los episodios violentos son disonantes y provocan malestar para los
actores.
b) Violencia castigo: se construye sobre una pauta complementaria, es decir, una relación en la que ambos actores han
acordado una diferencia entre ellos y una relación de mutua adaptación. Ambos aceptan que no tienen un mismo estatus en
la relación y que, mientras uno propone, el otro acepta. Se produce violencia unidireccional e íntima; el actor en
posición alta es quien ejerce la violencia y ambos sostienen estrategias de ocultamiento hacia el entorno social. Se
observa una marcada diferencia de poder entre uno y otro. La identidad del actor en posición baja está severamente
afectada, en tanto se niega el derecho a ser otro; la relación no se basa en el rechazo sino en la desconfirmación del
actor en posición baja. El actor en posición alta manifiesta una mínima conciencia de la violencia y un confuso
sentimiento de culpabilidad.
c) Violencia episódica o reactiva: se caracteriza por la ausencia de una pauta estable de relación violenta, se
presentan episodios de violencia ligadas a crisis: ruptura de pareja, problemas laborales, problemas económicos, entre
otros. Las partes refieren una preocupación por el daño que se puede haber causado a la familia, lo que se acompaña con
el deseo de reparación afectiva.
En relación a las manifestaciones de la violencia, se entiende por violencia física aquellos actos que tienen intención
de causar daño físico a otro; en tanto que la violencia psicológica se refiere a aquellos actos verbales (o no verbales)
que, simbólicamente, dañan a otro o amenazan con causarle daño. La violencia sexual se refiere a las críticas y/o burlas
a las que se ve enfrentada una persona respecto a su sexualidad, como así también a la obligación a distintas formas de
acercamiento sexual en contra de su voluntad, mediante la utilización de objetos o armas que puedan producirle lesiones
de variada intensidad.
Por su parte, Pueyo, López y Álvarez plantean que “la violencia contra la pareja es un conjunto complejo de distintos
tipos de comportamientos violentos, actitudes, sentimientos, prácticas, vivencias y estilos de relación entre miembros
de una pareja íntima que produce daños, malestar y pérdidas personales graves a la víctima. La violencia contra la
pareja no es sólo un sinónimo de agresión física, es un patrón de conductas violentas y coercitivas que incluye los
actos de violencia física contra la pareja pero también el maltrato y abuso psicológico, las agresiones sexuales, el
aislamiento y control social, el acoso sistemático y amenazante, la intimidación, la humillación, la extorsión económica
y las amenazas más diversas”. En relación a la presencia de indicadores de violencia de pareja, estos autores señalan
que se trata de características asociadas con un incremento de la probabilidad de que sucedan hechos de violencia; en
tanto que la presencia de factores protectores reduce la probabilidad de aparición del suceso.
En la violencia contra la
pareja se describen una diversidad de indicadores que tienen un papel de mayor o menor intensidad en el inicio,
mantenimiento y agravamiento de las distintas formas de violencia
7. De acuerdo a Pueyo y Redondo, entre estos indicadores se distinguen el ser testigo
o víctima de violencia en la niñez o adolescencia, el consumo de alcohol y la violencia hacia otros miembros de la
familia en la niñez, el desempleo, bajo nivel de ingresos, bajo nivel educativo y falta de asertividad
8.
En Chile la preocupación gubernamental por el tema de la violencia intrafamiliar surgió en la década de los noventa. En
1991 se creó en Servicio Nacional de la Mujer. La promulgación de la Ley de violencia intrafamiliar en 1994 se
constituye en un hecho importante que tipifica la violencia como un hecho punible. Las investigaciones acerca de
violencia de pareja se han centrado en dimensionar la prevalencia de esta problemática. En nuestro país los primeros
estudios en torno a la violencia conyugal surgieron en los años 80 a partir de las organizaciones no gubernamentales. A
pesar de los esfuerzos realizados en la última década frente a este tema, existe una carencia significativa de
investigaciones a nivel nacional, existiendo sólo un estudio de prevalencia en una muestra poblacional realizada por
Larraín (1994) con 1.000 mujeres de la Región Metropolitana. Los resultados indicaron que 25,9% de las encuestadas
declaró haber vivido violencia física y 33,9% reconocieron violencia psicológica. Sólo 40% de la muestra no presentaba
ningún tipo de violencia
9.
Más adelante, en el año 2001, se realizó un segundo estudio de prevalencia en el que, a diferencia del realizado en
1992, se amplía la muestra de la Región Metropolitana a la Región de La Araucanía. En esta investigación, son más las
mujeres que reconocen haber vivido violencia física por parte de su pareja que en el año 1992. En ambas regiones,
aproximadamente el 50% de las mujeres ha vivido violencia en su relación de pareja. Entre los factores asociados a la
violencia, en las mujeres se encontró que haber sido testigo de violencia entre los padres, el bajo nivel de
escolaridad, la carencia de empleo remunerado, el consumo de alcohol y la falta de redes de apoyo vecinal se
correlacionan significativamente con la presencia de violencia conyugal.
III. MEDIACIÓN FAMILIAR Y VIOLENCIA
DE PAREJA.
De acuerdo a Bernal, “la mediación es una técnica pacífica de resolver conflictos donde el protagonismo lo tienen las
partes, cambiando el rol de los actores intervinientes en la situación conflictiva, responsabilizándose de sus
decisiones y abriendo la puerta para que puedan seguir relacionándose en el futuro. La mediación conceptualiza el
conflicto desde una óptica positiva de manera que promueve un cambio en la interpretación de la situación que genera
alternativas conducentes a salir del conflicto y donde los intereses de ambas partes son tenidos en cuenta a partir de
la interpretación comprensiva de la situación”
10.
Con respecto a las características del proceso de mediación, González-Capitel refiere que para entender el
funcionamiento de la mediación es necesario conocer sus elementos:
a) Voluntariedad: se basa en la decisión de las partes para iniciar, participar y continuar con el proceso de mediación.
En cualquier momento las partes tienen el derecho a retirarse, sin la obligación de continuar.
b) Confidencialidad: antes de comenzar la mediación, el mediador entrega a la partes un convenio de confidencialidad que
todos suscriben y en el que todos se obligan a no difundir públicamente lo que allí se trate.
c) Imparcialidad o neutralidad: el mediador no toma partido ni se inclina por ninguna de las partes, él debe administrar
y controlar el procedimiento, dirigirlo, marcar las pautas y facilitar las alternativas.
d) Flexibilidad: está ligada a la informalidad del procedimiento y hace que sea un sistema más rápido que el sistema
legal. Se realizan sesiones conjuntas entre las partes y el mediador y también sesiones privadas entre el mediador y
cada una de las partes
11.
El procedimiento en la mediación posee una estructura básica dividida en cinco etapas:
1) Sesión conjunta inicial: se realiza el discurso de apertura, la explicación de los objetivos y las características
del proceso y presentación de las partes y del mediador, quien debe mantener el equilibrio entre las partes.
2) Relato de antecedentes y posiciones de las partes: el mediador da la palabra a cada una de las partes a fin de que
éstas hagan una breve historia del conflicto y fijen sus respectivas posiciones.
3) Generación de opciones: el mediador debe diferenciar las posiciones de las partes, de sus intereses y necesidades,
intentando captar las emociones, sentimientos y valores.
4) Búsqueda de la solución: en esta etapa se busca un diálogo directo entre las partes para generar una actitud
cooperativa en la búsqueda de solución al conflicto.
5) Solución definitiva al problema: en esta fase se detectan los puntos de coincidencia de las partes, luego de lo cual
el mediador coordina estas necesidades, de modo que puedan satisfacerse las de ambas partes. Finalmente, se redacta un
acuerdo, a fin de que en forma clara y precisa se establezcan los distintos puntos de la transacción e incluso las
consecuencias para el caso de incumplimiento de una de las partes.
La mediación aplicada al tema familiar es una forma de abordar la separación o el divorcio, enseña a las parejas a
separarse y al mismo tiempo a mantener su responsabilidad como padres, posibilitando que los hijos mantengan una
relación adecuada después de la separación. El procedimiento de mediación ayuda a toda la familia a realizar la ruptura
de la manera menos traumática, estimulando en las partes que decidan cómo quieren regular su vida futura, teniendo en
cuenta al otro y los intereses del niño. El propósito de la mediación no es cambiar la decisión de separarse o
divorciarse, sino dar a la pareja la oportunidad de hacerlo en forma menos conflictiva
12.
En el ámbito de la mediación familiar, se observa que no se han realizado investigaciones relacionadas con la temática
de violencia, menos aún que se centren en las características y manifestaciones que puede presentar violencia de pareja;
por ende, este tema se constituye en un campo inexplorado y requiere del levantamiento de datos que permitan orientar
los procedimientos para el abordaje de casos que presenten antecedentes de violencia.
En los procesos de ruptura de pareja es posible que existan o hayan existido situaciones de violencia. Al respecto,
Suares plantea que “no es posible negar o invisibilizar esta realidad. Los mediadores que trabajan en este campo se van
a encontrar casi siempre con situaciones con un alto contenido emocional, pero además van a escuchar relatos de
episodios de violencia. Una de las características de las mediaciones familiares es que en ellas se “ventilan” temas de
violencia”
13.
Por su parte, Cárdenas refiere que “la mayoría de las familias que llegan a mediación han pasado por episodios violentos
en los períodos inmediatamente anterior y posterior a la separación; si ésta ha cesado, la situación es perfectamente
mediable pues se trata de casos “con violencia”. Si no, el mediador debe exigir que cese la violencia antes de
empezar o proseguir la mediación, y puede aconsejar o acompañar a los familiares para que la situación de no violencia
se produzca”
14.
Por su parte, Curi y Gianella refieren que “los episodios de violencia ligados a la crisis de la separación pueden ser
contenidos por el encuadre de la mediación, como uno de los problemas a conversar durante el proceso. Las diferencias
más claras en relación a los casos en que la violencia es una pauta estable aparecen en el reconocimiento de ambas
partes de los episodios violentos, en el malestar que han generado en ambos, en la posibilidad de reflexión individual y
conjunta sobre estas situaciones y en la preocupación sobre el daño que puedan haber causado en cada miembro de la
pareja y en sus hijos”
15.
Los profesionales que se dediquen a la mediación familiar deben poseer conocimientos acerca de las características de la
violencia de pareja para poder detectarla y para que su intervención no sea iatrogénica. Además, en muchos casos el
concurrir a un centro de mediación puede ser un primer intento de romper con esta dinámica, abriendo la posibilidad de
que sean derivados a un centro de atención para abordar su problemática.
En relación al rol del mediador, Ortemberg plantea que “el mediador no puede intervenir en el instante en que está
aconteciendo un estallido de violencia. Estas situaciones dan lugar a una intervención de especialistas, cuyo objetivo
debe ser la contención de quien padece la crisis, pero luego del estallido nada impide la intervención del mediador y el
caso será de mediación en violencia familiar”
16.
En Chile existe escasa literatura y no se han realizado investigaciones que aborden el tema de la mediación y violencia
de pareja; de igual forma se ha observado una exigua difusión de experiencias de mediación en este ámbito, existiendo
escasa profundización y avances en relación a las formas de intervención que requieren los casos que presentan
antecedentes de violencia.
En este sentido, es posible afirmar que el ámbito de la Mediación y del Derecho de Familia no puede estar ajeno a la
problemática de la violencia de pareja, por ende, se hace necesario establecer las bases para realizar intervenciones
más especializadas que permitan sacar a la violencia del ámbito privado, enfrentarla y buscar alternativas para
extinguirla. El proceso de mediación puede colaborar con el proceso de ruptura de pareja, con el objetivo de negociar el
funcionamiento que adquirirá el sistema posterior a la separación.
Las partes pueden acordar enfrentar la violencia como un problema compartido y co-construir un proceso colaborativo de
afrontamiento, a través del reconocimiento de pautas interaccionales destructivas
17.
En el procedimiento de mediación en casos con antecedentes de violencia es conveniente, en principio, que ambas partes
no estén presentes en el momento en que se realizan las negociaciones propias de la mediación. Pueden no coincidir en el
espacio estando en salas separadas. El transcurso de la negociación indicará al mediador la conveniencia o no de que las
partes se encuentren, considerando el modo en que se sucedan las conversaciones.
En relación a estos temas es relevante y necesaria la realización de estudios a nivel nacional, que busquen detectar la
existencia de violencia de pareja en casos de mediación familiar y que puedan identificar las características con que se
manifiesta la violencia en la pareja precisando si se trata de violencia reactiva al proceso de ruptura o si estamos en
presencia de una pauta interaccional de violencia histórica e instituida entre los miembros de la pareja como estrategia
de resolución de conflictos.
IV. OBJETIVOS.
El objetivo general de esta investigación es identificar y describir las características que presenta la violencia de
pareja en casos que asisten a mediación familiar. Los objetivos específicos son:
a) Identificar el número de parejas que asisten a mediación familiar que presentan indicadores de violencia de pareja.
b) Describir las manifestaciones que adquiere la violencia (física, psicológica, verbal, sexual) en las parejas que
asisten a mediación familiar.
c) Describir el tipo de violencia (reactiva a crisis o como pauta de interacción) existente entre los miembros de la
pareja que asisten a mediación familiar.
d) Identificar las características de la violencia de pareja que aparecen en el grupo de hombres y en el grupo de
mujeres.
V. METODOLOGÍA.
Participantes
La población objetivo estuvo constituida por parejas que asistieron a procesos de mediación familiar en la comuna de
Temuco. La muestra fue no probabilística y, por conveniencia, reclutada desde el Centro de Resolución Alternativa de
Conflictos, CREA, de la Escuela de Derecho de la Universidad Católica de Temuco, en razón a criterios de accesibilidad y
conveniencia. El tamaño muestral fue de 50 parejas, con un total de 100 sujetos.
Diseño
En la investigación se utilizó un diseño no experimental de carácter descriptivo transversal, es decir, se describieron
las variables de manera natural, tal como se encontraron en los sujetos en un solo tiempo.
Técnicas de Evaluación
Para la caracterización de la muestra se aplicó una entrevista semiestructurada que permitió indagar la presencia del
fenómeno de la violencia y recoger antecedentes históricos de cada uno de los miembros de la pareja, datos de la
historia familiar y de las características de la relación de pareja. Este protocolo se organizó en cuatro apartados:
Información sociodemográfica; Antecedentes históricos de la familia de origen; Experiencias de violencia en la familia
de origen; Antecedentes del fenómeno de violencia en la última relación de pareja.
Para el cumplimiento de los objetivos de la presente investigación, fueron seleccionados algunos ítems de la Spouse
Assault Risk Assessment (S.A.R.A). Esta es una guía de valoración del riesgo de violencia desarrollada originalmente por
Kropp, Hart, Webster y Eaves (1995) y adaptada al español en 2005 por Andrés-Pueyo y López. Esta guía permite valorar el
riesgo de violencia grave entre miembros de una pareja en demandas civiles que enfrentan a las parejas o ex parejas,
litigios por custodia de los hijos, separación y divorcio, denuncias penales por malos tratos, valoración del riesgo de
reincidencia, estimación del riesgo de violencia física inminente, entre otras
18.
La selección de los ítems de la S.A.R.A. a utilizar se realizó considerando que este estudio no pretende evaluar riesgo
de violencia, sino la presencia, en la actualidad, de violencia en la pareja. Además, dado que la muestra evaluada fue
extraída desde el ámbito de familia, los sujetos participantes no asistieron a mediación familiar por motivos de
violencia de pareja, sino para regular las materias relativas al derecho de familia (alimentos, relación directa y
regular con los hijos, cuidado personal, entre otras) y no presentaron antecedentes judiciales de violencia de pareja.
Plan de Análisis
Los datos consignados en ambos instrumentos fueron analizados estadísticamente a través de la distribución de
frecuencias y porcentajes. Se efectuaron análisis de asociación entre variables a través de pruebas no paramétricas y
finalmente se efectuó una comparación de grupos en función del sexo de los sujetos participantes donde los datos fueron
analizados estadísticamente a través de la distribución de frecuencias y porcentajes.
VI. RESULTADOS.
Caracterización sociodemográfica de la muestra total.
La muestra total estuvo constituida por 50 parejas (100 sujetos) que asistieron a procesos de mediación familiar durante
el año 2009. Con respecto a su procedencia, 42 parejas (84%) asistieron a mediación derivados desde instituciones, tales
como Tribunal de Familia y Corporación de Asistencia Judicial (CAJ) y sólo 8 parejas (16%) solicitaron espontáneamente
asistir a un proceso de mediación. En relación a las características sociodemográficas, el promedio de edad fue de 34,9
años (rango entre 18 y 54 años, desviación estándar de 7,7). El nivel educacional presentó una media de 11,13 años de
educación formal (desviación estándar de 1,33).
Caracterización de la muestra de parejas con antecedentes de violencia según la entrevista.
Con las 50 parejas que conformaron la muestra total de esta investigación se realizó un análisis considerando a la
pareja como unidad de estudio centrado en aquellas parejas que presentaban indicadores de violencia. La muestra quedó
circunscrita a 42 parejas que habían utilizado la violencia como forma de resolución de conflictos, esto es, el 84% de
la muestra total de parejas.
En cuanto a las manifestaciones que adquiere esta violencia, se observa que las parejas han utilizado preferentemente la
violencia psicológica y verbal, caracterizada por la realización de actos verbales y/o amenazas que se efectúan con la
intención de dañar al otro.
Centrándonos en la dinámica que puede adquirir la violencia, se observa que la mayoría de las parejas utilizaron la
violencia recíproca, una forma de relación violenta donde se produce una agresión mutua y bidireccional que se
manifiesta a través del intercambio de golpes, insultos, gestos o actitudes. Con respecto al tipo de pauta de violencia
existente entre los miembros de la pareja destaca la presencia de la pauta de violencia simétrica en la mayoría de las
parejas caracterizada como un patrón de relación en la que sus miembros se encuentran en una actitud de igualdad y de
competencia.
En relación al tipo de violencia imperante en la relación de pareja, los resultados muestran que, mayoritariamente, la
violencia se había establecido como una pauta de interacción, es decir, como la estrategia recurrente utilizada para la
resolución de conflictos.
Por último, según el tipo de pauta de interacción asociada a la violencia, la mayoría de las parejas manifestaron la
existencia de una pauta de interacción de violencia-agresión, que se caracteriza por una forma de relación violenta
construida sobre una pauta simétrica, donde ambos miembros de la pareja se encuentran en igualdad de poder,
produciéndose agresiones mutuas y bidireccionales.
Caracterización de la muestra de parejas con antecedentes de violencia según los ítems de la S.A.R.A.
Los resultados de la administración de los ítems seleccionados de la prueba S.A.R.A. en las parejas que presentan
indicadores de violencia revelan altos niveles de acuerdo entre los miembros de la pareja en la mayoría de los ítems. En
la sección Ajuste Psicosocial se observó acuerdo en las 42 parejas (100% de acuerdo intrapareja) en los ítems 4 y 5. En
el ítem 6 se observa acuerdo en 15 parejas (35%).
En la sección Historial de violencia contra la pareja, en el ítem se observa acuerdo en 41 parejas (97% de la muestra).
En el ítem 17 el acuerdo llega a 38 parejas (90%).
Caracterización de la muestra según sexo.
Se realizó un análisis comparativo entre el grupo de hombres y el de mujeres. Los resultados obtenidos en las variables
relacionadas con información sociodemográfica y los antecedentes de la historia de vida (nivel educacional, situación
laboral, experiencias de violencia y problemas asociados a la violencia en familia de origen) no presentan diferencias
significativas a excepción de la variable “situación laboral” donde los hombres reportan valores significativamente
diferentes a los de las mujeres (X2 = 41,903, nivel de significación = 0,000).
Con respecto al fenómeno de violencia en la última relación de pareja se comparó a hombres y mujeres en las siguientes
variables: utilización de la violencia, manifestaciones de la violencia, dinámica de violencia de pareja, tipo de pauta
de violencia en la relación, tipo de violencia en la relación de pareja y tipo de pauta de interacción de violencia;
aunque existen leves diferencias entre hombres y mujeres éstas no son significativas.
Resultados de los ítems de la S.A.R.A. según sexo.
Los resultados de la administración de los ítems seleccionados de la prueba S.A.R.A. en función del sexo de los sujetos
participantes revelan que no existen diferencias significativas entre hombres y mujeres. En la sección Ajuste
Psicosocial, en el ítem 4 (problemas recientes en las relaciones de pareja) un 54% de las mujeres y un 40% de los
hombres se ubicaron en la categoría severa; en el ítem 5 (problemas recientes de ocupación) un 46% de las mujeres y 34%
de los hombres estuvieron en la categoría severa y en el ítem 6 (víctima y/o testigo de violencia familiar en la
infancia y/o adolescencia) un 36% de las mujeres y una 30% de los hombres estuvieron en la categoría severa.
Por otra parte, en la sección Historial de violencia contra la pareja, en el ítem 11 (violencia física anterior) el 34%
de las mujeres y el 24 % de los hombres se posicionaron en la categoría severa; en el ítem 14 (incremento reciente en la
frecuencia o gravedad de las agresiones) un 60% de las mujeres y un 54% de los hombres estuvo en el rango de severa; en
el ítem 16 (minimización extrema o negación de la violencia anterior contra la pareja) un 98% de las mujeres y 96% de
los hombres se ubicaron en la categoría de ausente y, finalmente, en el ítem 17 (actitudes que apoyan y consienten la
violencia contra la pareja) un 98% de las mujeres y 94% de hombres estuvo en la categoría ausente.
VII. DISCUSIÓN.
Los resultados de esta investigación tienden a confirmar las posturas teóricas vinculadas al análisis de la violencia de
pareja desde la perspectiva interaccional y significan importantes aportes para el trabajo en mediación familiar en
parejas con antecedentes de violencia.
La mayoría de las parejas que participaron en la investigación asistieron a procesos de mediación derivados desde una
institución, mayoritariamente desde el Tribunal de Familia. Esto puede estar relacionado con las modificaciones
introducidas a la ley que hace la derivación a mediación obligatoria para los jueces en tres materias: alimentos,
relación directa y regular del padre con los hijos y cuidado personal. En la muestra analizada destaca el alto
porcentaje de parejas que asiste a regular el tema de alimentos, lo cual muestra que la principal preocupación de las
parejas que se encuentran en procesos de separación es la reorganización del presupuesto familiar y la determinación de
recursos disponibles para la satisfacción de las necesidades básicas; ésta suele ser una de las áreas de mayor conflicto
pos-separación.
Por otro lado, también aparece un alto porcentaje de parejas que asiste a mediación para organizar la relación directa y
regular que tendrán los padres con sus hijos. En este aspecto, las parejas, posterior a la ruptura, se encuentran
confundidas y con dificultades para separar los roles de hombre y mujer y el de padre y madre. En esto, el proceso de
mediación puede servir de base para que la pareja aprenda la diferencia entre los subsistemas conyugal/parental y logren
continuar funcionando y fortaleciéndose en sus roles de padres, con el objetivo de que los hijos se resientan lo menos
posible y logren un adecuado desarrollo.
En relación a las características sociodemográficas, menos de la mitad de la muestra posee enseñanza media completa;
esto está relacionado con baja calificación laboral, antecedente generador de tensión que podría vincularse con la
aparición de violencia de pareja. Con respecto a las experiencias de violencia en la familia, un gran número de los
sujetos reveló haber sido víctima de violencia física o psicológica en su infancia por parte de miembros de su familia.
Las características expuestas (desempleo, bajo nivel de ingresos, bajo nivel educativo y ser víctima de violencia en la
niñez y adolescencia) concuerdan con lo expuesto por Pueyo y Redondo como antecedentes que incrementan la probabilidad
de que se produzca violencia en la pareja
19.
Los principales resultados de este estudio permiten afirmar que la gran mayoría de las parejas estudiadas ha utilizado
la violencia como estrategia de resolución de conflictos en sus diversas manifestaciones; utilizando, mayormente,
violencia psicológica, verbal y, en un porcentaje, menor violencia física.
Con respecto a la dinámica de violencia, los resultados de este estudio revelan que la mayoría de las parejas evaluadas
reportaron haber experimentado violencia recíproca, donde ambos miembros de la pareja se atacan mutuamente, aunque
utilicen distintas formas de violencia. Esto coincide con lo planteado por Paz Haz, quien señala que la violencia de
pareja hace referencia a todas las formas de abuso que se producen entre los miembros de la pareja, que lesiona la
integridad física, emocional y/o sexual de las personas que conforman la pareja. La violencia conyugal puede presentarse
con distintas dinámicas: violencia contra la mujer, violencia contra el hombre y violencia recíproca o cruzada.
Con respecto a este punto, en el ámbito jurídico ha primado, en el análisis de la violencia de pareja, la mirada de
género, referida a todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino y en la relación de superioridad del
hombre con respecto a la mujer (relaciones asimétricas) como parte de la construcción social y de la identidad femenina
y masculina
20. Esto se ha traducido en que en la mayoría de los casos donde se ha presentado
violencia la mujer sea catalogada como víctima y el hombre como victimario.
Sin embargo, a partir del análisis de los resultados de esta investigación se puede afirmar que en el ámbito de la
mediación familiar no es recomendable catalogar la violencia de pareja sólo desde la perspectiva de género, pues sería
restrictivo, entrampando al hombre y la mujer en roles de víctima y victimario. En este estudio se observa,
mayoritariamente, la existencia de violencia recíproca, en la que ambos miembros de la pareja han ejecutado actos de
violencia. Estos antecedentes conducen al desarrollo de perspectivas más integradoras, centradas en la existencia de
pautas relacionales generadas por el hombre y la mujer y en las que existe responsabilidad compartida en el origen y
mantención de los patrones de violencia. Esta nueva mirada implica devolver la responsabilidad de los actos violentos a
sus protagonistas, de manera que puedan recuperar el poder para hacer modificaciones en dichas conductas.
La violencia de pareja como una pauta de interacción tiene su origen en la existencia de circuitos comunicacionales que
sostienen la violencia; estos circuitos se traducen en una serie de transacciones en las que los participantes son
actores responsables en la interacción. Estas interacciones se establecen como pautas o reglas de relación en el
sistema. En este sentido, los resultados de este estudio son coherentes con lo expuesto en los antecedentes teóricos: se
observa el predominio de la violencia de pareja establecida como pauta de interacción entre los miembros en contraste
con una menor cantidad de casos en los que la violencia surge como respuesta ante determinadas crisis. El proceso de
ruptura de pareja produce un incremento y agudización en las manifestaciones de la violencia, la cual es mayor cuando
existe una pauta de interacción previa.
Continuando con el análisis de la violencia de pareja, a nivel teórico, y desde una mirada relacional se describe la
existencia de ciertos patrones organizados de interacción, uno de los cuales es la violencia-agresión, caracterizada por
ser una forma de relación violenta construida sobre una pauta de relación simétrica en la que ambos miembros de la
pareja se encuentran en igualdad de condiciones y equilibrio de poder; consecuentemente, las conductas agresivas son
mutuas y bidireccionales. A esto se agrega que los episodios de violencia son disonantes y provocan malestar para los
actores. En relación a esto, en el presente estudio la mayoría de las parejas que utilizaron la violencia presentaron
una pauta de interacción del tipo violencia-agresión con simetría de poder y manifestaciones de violencia recíprocas;
asimismo, las parejas reconocieron que el haber utilizado la violencia le producía malestar y disconformidad.
Al comparar los resultados según sexo, sólo se observan diferencias significativas en cuanto a la situación laboral; más
de la mitad del grupo de hombres tiene una ocupación estable en contraste con un alto número de mujeres sin ingreso
seguro, dedicadas mayoritariamente a trabajos esporádicos y labores de hogar. Este fenómeno se relaciona con la mayor
dependencia económica que presentan las mujeres con respecto a los hombres; además, hace comprensible que la solicitud
de alimentos sea la materia predominante en los procesos de mediación: son las mujeres las que demandan alimentos para
satisfacer las necesidades de su familia con posterioridad a la separación.
Sobre los antecedentes históricos de separación de los padres, llama la atención que tanto en los hombres como en las
mujeres se presenten resultados similares. En ambos grupos se presentó la experiencia de ruptura de pareja en los
padres; es decir, los participantes, hombres y mujeres, habían vivenciado el proceso de separación de los progenitores
desde su rol de hijos. De igual forma se observa similitud entre ambos grupos en las experiencias de maltrato físico y
psicológico en la infancia. Tanto los hombres como las mujeres presentaron antecedentes históricos de maltrato en la
infancia que pueden estar vinculados o pueden incrementar la probabilidad de que se manifiesten situaciones de violencia
de pareja en la adultez tal como lo señalan los antecedentes teóricos.
En la utilización de la violencia en la última relación de pareja se observa que el grupo de mujeres presenta
porcentajes más elevados que el de hombres. Las mujeres aparecen utilizando la violencia en todas sus formas (física,
psicológica, verbal), reportando incluso conductas de violencia sexual, expresadas en forma de ridiculización y
humillación a la pareja por su desempeño sexual; esto es un elemento importante para analizar el rol tradicional de
víctima que ha tenido la mujer dentro de la perspectiva de violencia de género.
Con respecto a la dinámica con que se presenta la violencia de pareja se observa similitud entre ambos grupos pues la
mayoría de hombres y mujeres reportaron la existencia de violencia recíproca o cruzada. De igual forma, en ambos grupos
se observa que el tipo de pauta de violencia es simétrica con pauta de interacción de violencia-agresión.
Además, es destacable que tanto hombres como mujeres señalen que la violencia de pareja se relaciona con la existencia
de una pauta de interacción y que no emergió sólo como respuesta ante la crisis; ambos grupos reconocen que el proceso
de ruptura de pareja fue un factor que contribuyó al incremento de las manifestaciones de violencia arraigadas como
pauta de interacción en los miembros de la pareja. Esto concuerda con lo expuesto por Perrone y Nannini respecto a la
existencia de una pauta interaccional que sostiene la violencia de pareja, una secuencia de transacciones en la que
todos los participantes son actores responsables en la interacción. Estas transacciones, en la repetición, se establecen
como una pauta o regla de relación en el sistema
21.
Estos resultados revelan la existencia de consenso entre los grupos de hombres y mujeres en cuanto a la utilización de
la violencia de pareja, se observan similitudes con respecto al reporte de las manifestaciones, la dinámica y tipo de
pauta de violencia. Por esta razón, la información recogida plantea la necesidad de actualizar la representación de la
mujer como sujeto pasivo y receptor de violencia que ha sido característica de la perspectiva de género, por un
planteamiento que posiciona al hombre y la mujer en un plano de mayor igualdad y equilibrio de poder. A esto se suma la
necesidad de reflexionar sobre la perspectiva bajo la cual se analiza el fenómeno de la violencia de pareja en nuestro
país, y específicamente, en la ámbito de la mediación familiar; se plantea el desafío de desarrollar miradas más
integradoras que analicen el fenómeno de la violencia con mayor amplitud, erradicando posturas reduccionistas en las que
la violencia se manifiesta unidireccionalmente, desde el hombre a la mujer
22.
Finalmente, y realizando un análisis integrador de la información recogida en la presente investigación, es posible
afirmar que en un alto porcentaje de parejas que asisten a mediación familiar existe o han existido antecedentes de
violencia de pareja. Esto resulta relevante, pues aun cuando las materias a mediar no estén directamente ligadas a este
fenómeno, es factible encontrar hechos de violencia en parejas que asisten a mediación para la regulación de materias
como alimentos, relación directa y regular, entre otros.
En esta línea, y de acuerdo a los antecedentes y resultados analizados, queda de manifiesto la posibilidad de realizar
procesos de mediación cuando se presentan parejas con historial de violencia. Este hecho contrasta con las posturas de
algunos mediadores que plantean la imposibilidad de llevar a cabo procesos de mediación cuando existe o ha existido
violencia; esto ha ocurrido debido a que la mirada predominante con respecto al tema de la violencia en el ámbito de la
mediación familiar ha sido la perspectiva de género en la que la mujer tiene el rol víctima y el hombre el de victimario
con una relación de sometimiento de uno hacía el otro; esta es una pauta de violencia complementaria donde la violencia
sería utilizada como castigo. En este modelo existiría, en la base, un desequilibrio de poder que haría inviable la
mediación, pues uno de los principios para realizar el proceso es que exista equilibrio de poder entre los
participantes.
En relación a lo antes planteado, el haber identificado, por medio de este estudio, que la dinámica de violencia
preponderante en las parejas que asistieron a mediación era la de violencia recíproca o cruzada y que la pauta imperante
es simétrica con violencia agresión lleva a replantear la perspectiva desde la cual se analiza la violencia de pareja en
el ámbito de la mediación familiar, pues supone extinguir del imaginario los conceptos de desigualdad,
víctima-victimario, culpabilidad y castigo, característicos de la mirada de género. Por el contrario, se hace necesario
instalar nociones como pauta relacional, responsabilidad compartida, solución conjunta del problema, las cuales son
propias de modelos teóricos integradores y sistémicos. Este cambio de paradigma supone considerar a las personas con
capacidad para responsabilizarse de sus actos, devolviéndoles el poder para revertir conductas dañinas, lo que tendría
impacto positivo para la reestructuración de pautas relacionales y el desarrollo de mecanismos de resolución de
conflictos más eficaces y funcionales.
La información que arroja esta investigación constituye un aporte para el ámbito de la mediación familiar pues pone de
relieve la necesidad de que los profesionales mediadores se capaciten y formen en la temática de violencia de pareja,
con el objetivo de adquirir mayores destrezas y de esta forma realizar intervenciones que no sean iatrogénicas para los
participantes y, lo que es más importante, estén preparados para no continuar invisibilizando un fenómeno que puede
estar a la base de la relación. Es necesario señalar que el abordar casos de mediación familiar con antecedentes de
violencia requiere de especialización y ciertas habilidades, entre las que están la aptitud para identificar y filtrar
posibles casos de violencia donde exista desequilibrio de poder y se encuentre en riesgo la integridad física y/o
psicológica de alguno de los participantes, además requiere del establecimiento de criterios para determinar en qué
casos es viable la mediación y evaluar la capacidad de las partes para negociar efectivamente, evitando el riesgo de que
la violencia se reanude.
Finalmente, y a modo de conclusión, el presente estudio se constituye en la primera investigación centrada en la
temática de mediación familiar y violencia de pareja en nuestro país, haciendo un aporte en los ámbitos teóricos y
prácticos pues permite generar conocimiento de las dinámicas de violencia presentes en las parejas que asisten a
mediación familiar, estableciendo la necesidad de incorporar en la praxis profesional distintos análisis del fenómeno de
violencia como base para el desarrollo de estrategias de intervención más eficaces.
* Psicóloga, Magíster en Psicología Jurídica
y Forense, Centro de Mediación CREA, Escuela de Derecho, Universidad Católica de
Temuco, Temuco, Chile.
dsalazar@uct.cl
// Psicóloga, Doctora en Psicología Clínica y de la Salud, Profesora de la
Universidad de La Frontera, Temuco, Chile.
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19 PUEYO, A., LÓPEZ, S. y ÁLVAREZ, E.,
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21 PERRONE, R., y NANNINI, M.,
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